No hay
nada mejor que llegar a un examen sin saber
absolutamente nada, ustedes dirán que estoy loco, no pienso
rebatir eso porque
mi psicólogo no me recomienda que siga cometiendo
asesinatos, por la
condicional y tal, pero bueno, al tema, uno llega a la antesala de un
aula
justo minutos antes del examen y ve como todo mundo se hace preguntas
en plan
“¿qué tal lo llevas?”,
“fatal, el último tema sólo lo he
leído seis veces”, y
todos nerviosos, algunos pidiendo aspirinas, fumando a más
no poder para ver si
así les baja el mono que tendrán durante el
examen, y es cuando llego,
ignorante de la vida totalmente, con una sonrisa en los labios, para
joder, sí,
para joder (las cosas como son, voy a reírme de ellos, no
con ellos).
“¿Qué
tal lo llevas?” (remplaza al “hola” antes
de un
examen), uno le mira y dice “no tengo ni idea de
nada”, se sorprenden, te
miran, se vuelven a sorprender (el estudiante medio no puede hacer dos
cosas a
la vez) “y por qué la sonrisa”, pero si
está clarísimo, si no tengo ni idea no
temo a nada, así que contesto, con la sonrisa
“porque la ignorancia trae
tranquilidad”, escuchas alguna risilla nerviosa y sigues a lo
tuyo, ni
preguntas ni hablas sobre la materia, ya que no sabes ni a
qué examen te
presentas, lo importante es participar, y eso lo sabes.
“¿Para
qué vienes si no sabes nada?” Ojito, nunca he
dicho que no sepa nada, que lo que sé no me sirva para este
examen no significa
que sea un ignorante de todo y no pueda divertirme en un examen, pero
no es el punto,
es cuando contesto “ya pagué la
matrícula, habrá que amortizarla
¿no?” Eso y
que el examen era en la tarde y en la tele no había nada y
todos estudiando...
vaya, que como no llame a un 906 no conseguiría con quien
hablar que no
estuviera agobiado.
Lo mejor
es el momento del examen, es divertido,
hagan la prueba de no estudiar y presentarse a un examen y quedarse el
máximo
tiempo posible, es que si uno sale por patas al comienzo del mismo no
tiene
gracia, ya que estás ahí es el momento de
jugártela y ver que tan bien puedes
inventarte respuestas, que por algo llevas tantísimos
años resolviendo
exámenes, algo se te ocurrirá.
Todo mundo
nervioso, todo mundo viendo el examen, les
sudan las manos y están casi encima de la hoja, realmente no
tienen ni idea,
como yo, pero intranquilos, eso resulta más o menos
divertido, el sufrimiento
ajeno puede resultar divertido en estas circunstancias, sobre todo
cuando la
gente entra en la fase religiosa “oh dios
mío” escuchas por ahí y por
acá,
están a punto de rasgarse las vestiduras muchos de ellos, se
ve que lo que han
estudiado no ha caído. La gente no llora por
vergüenza, fijo.
Ahí
es cuando comienza la diversión, me despanzurro
sobre el asiento y la mesa, pongo la hoja de preguntas algo lejos y las
leo en
voz baja, y me río tras cada una de ellas, es que los
enunciados están como en
chino, no los entendería nadie, estoy seguro que el profesor
no sabe lo que
pregunta, se burla de nosotros, burlémonos de él.
“relacione tan con cual
mientras díganos la naturaleza jurídica y las
consecuencias de la misma de tal
otra y los efectos sobre terceros, tanto de buena y mala fe”,
pero bueno ¿en
qué clase me he metido? No queda más que
reírte, recuerdas a la madre del
profesor, a su familia y a todos sus descendientes, entiendes ese
momento
religioso-orgásmico de la gente; y te ríes, que
mal lo estarán pasando
pretendiendo que podrían aprobar. Imposible.
Después
del examen, tras dos horas de ver refunfuñar
a la gente, de verles preguntar cosas a los profesores ante las cuales
estos
sonríen con malicia en plan “no tienes ni
puñetera idea”, después de ver como
todo el mundo sufre, el examen acaba, todos, quejándose del
poco tiempo, se
retiran de sus pupitres viendo como sus horas de horas de sufrimiento
no ha
servido para nada, que ese examen les ha pillado tan mal como a
mí, con la
diferencia que ellos han ido a aprobar y yo a pasármelo bien
a su costa.
“Uf,
que chungo”, “no me esperaba esas
preguntas”,
“así no hay quien apruebe” y pura pena
por su parte, insisto, la gente se corta
demasiado para llorar, se les ve las ganas de hacerlo. Y
sonrío, de oreja a
oreja, es como si hubiese ganado un premio en alguna lotería
“¿tan bien te
salió?”, miras al escéptico de turno,
sonríes más aún “que va, me
inventé
absolutamente todo, en la tres le conté el comienzo del
Quijote, por si cuela”,
“no pues, no te pases, ¿y por qué
sonríes?” Ahí te dan ganas de decirle
“vengo
a reírme de ustedes y lo he conseguido” pero te
tranquilizas un poco, una cosa
es reírse de otros y otra que se enteren, esto
último es más bien impopular,
así que hay que evitarlo, y de todas formas, la sinceridad
limitada es buena
“la ignorancia trae tranquilidad”, se
ríen, “¿pero para qué
vienes?”, acá todo
se vuelve algo repetitivo y ya comienza a aburrir, además,
les cuento, que he
realizado un examen de 18 páginas a letra
minúscula, total, que lean, que por
algo he pagado la matrícula, y seguro que entre tanta
burrada que la gente que
sí ha estudiado, agradecerá, el profesor, otras
burradas algo más originales.
La ignorancia, queridos lectores, trae
tranquilidad
(menos de cero en un examen de desarrollo es difícil
sacarse), y te permite
divertirte durante los exámenes, mejor, imposible.
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